Ibarra, una de las más bellas ciudades de la serranía
ecuatoriana ha logrado, en los últimos cuatro años, ampliar significativamente,
su oferta turística. A los atractivos urbanos suma, ahora, los rurales para
responder a la demanda de los miles de visitantes que semana tras semana, o mes
tras mes, llegan aquí con afán de recreación y descanso. En las faldas del
taita Imbabura se asienta la parroquia de Angochagua, situada a 7 Km de la
ciudad de Ibarra muy reconocida por la amabilidad de su gente, por sus trabajos
en cuero, bordados a mano y su diversidad de culturas y gastronomía que es
acogida por turistas nacionales y extranjeros. La Parroquia se caracteriza por
sus artesanías, hermoso y verdes paisajes en esta parroquia existen diferentes
comunidades como son Zuleta, La Rinconada, donde el hombre se dedica a la
agricultura, y las mujeres a los bordados, esto es muy apreciado sobre todo por
el turista extranjero. La artesanía es una de las principales manifestaciones
de la rica tradición cultural rural ibarreña. Entre aquellas, la habilidad
manual y la creatividad de las mujeres indígenas, mestizas y campesinas tienen
su mayor expresión en el bordado. Es éste el que da origen a que turistas
extranjeros y nacionales lo miren como un destino histórico y cultural que
incorpora, además, los hermosos paisajes y sencillas poblaciones del sur
oriente ibarreño. He allí la necesidad de crear un complejo turístico para que
nuestros visitantes tanto nacionales como extranjeros tengan un lugar donde
descansar y olvidarse del ruido de la cuidad, donde los turistas tienen la
oportunidad de admirar un escenario siempre verde, amurallado al oriente por el
macizo cordillerano y al occidente por los flancos andinos del Imbabura,
“bordado” también – valga la comparación -, por sembríos, bosques de
eucaliptos, leñosos cipreses, viejos pueblos y caseríos como La Esperanza,
Zuleta, San Clemente, La Rinconada, alineados junto a la carretera, y las
hermosas estancias de las antiguas haciendas serranas. Es en esos solitarios
poblados donde la artesanía aparece, en todo su esplendor. Las manos mágicas de
las mujeres en el atuendo común de las indígenas y campesinas de la zona que
muestran orgullosas sus blancas blusas cubiertas de enmarañados bordados, fruto
de la rica imaginación femenina que nutre su capacidad interpretativa en la
impresionante diversidad geográfica y natural de la zona sur oriental de Ibarra
y en el legado histórico de su pasado. Pero también donde se descubre esa vieja
tradición reservada a los artesanos hombres que aprendieron a curtir cueros, a
domar y ablandar suelas, a trabajar con el mazo, los cuchillos, las leznas,
punzones y guardan celosos los viejos secretos del duro trabajo de la
talabartería.
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